lunes, 12 de agosto de 2013

Qué malo es ser forastero.


Qué malo es ser forastero, dice el cantante (Fruco creo que se llamaba), y quién sabe porque lo diría pero lo cierto es que muchos de nosotros alguna vez lo experimentamos. No sólo viajando con este cuerpo, que sería la versión más burda, sino viajando también en el mundo de la ideas. ¿Quién hay más forastero que un muchacho de ideas raras?. Dígame usted, es un forastero en su propia cuadra. Hablando de ideas raras yo tengo una y, como es malo ser forastero, la voy a tratar de explicar, a ver si nos entendemos.


En realidad no es una idea mía, es una idea forastera y se trata de lo que hay que dejar para que el tema de la muerte sea algo coherente. Ustedes saben, todo acá sería perfecto si durará, pero, ¿cómo convivir tranquilos con esa tortura divina?, por decirlo así, que nos da cosas buenas para después quitárnosla, ¿es la temporalidad la regla más cruel en el macabro juego de Dios?.

Dicen que toda la filosofía se resume en preguntarse si vale la pena seguir vivo o no. Y casi que cualquier acto tiene en el fondo alguna idea que nos hemos hecho de lo que es la vida, bien sea ignorando o bien sea incluyendo a la muerte. Antes de que me pierda mucho volvamos al punto. La idea rara es que para incluir la muerte en la vida hace falta dejar de hacerse ideas peregrinas, renunciar, desapegarse, ahí esta el punto.

La explicación queridos amigos (tengan paciencia con el forastero), es que podemos ver la renuncia como algo más amigable cuando nos damos cuenta de que no renunciamos a lo que tenemos, de hecho lo que tenemos, así sea una moto nueva, no nos agrada más que un ratico, pregúntele a cualquier motociclista serio qué quiere... y sea lo que sea la moto que tenga el querrá otra moto, no renunciamos a lo que tenemos, renunciamos a lo que podríamos tener. Y eso es en palabras sencillas y directas se llama ilusión. 

Ahora esto hay que entenderlo bien, no es que nos debamos dejar las ilusiones, los ideales, se trata de pensar, de ver cómo los ideales de tipo temporal nos han torturado tanto, y abrirle paso a renunciar a ellos, por ideales distintos, anti-materiales digamos, que resultan, de forma extraña, mucho más palpables que una moto.

En la foto cuatro almas caminan cerca a Vrinda Bhumi, en las montañas de Mina Gerais Brasil. Allá junto con voluntarios y amigos de diferentes lugares de Brasil y el mundo aprenden el arte de la renuncia.

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