Los ataques de cupido ya la conocemos... por experiencia propia o ajena. Sus pasos, matices, y desenlaces trágicos, y de los otros, nos los sabemos de memoria. Claro a veces perdemos la memoria, eso también es cierto.
La noticia real sería que el mismo cupido se enamorara. Eso sí que sería digno de ver y saber. Sobretodo en los tiempos en que vivimos en donde, digan lo que digan, los "jóvenes de hoy en día" eso de que (como dicen en el twitter): "La frase más común para pedir la mano a alguien empieza con un... estoy embarazada", no es algo para tomarse a la ligera. Es cuestión de preocuparse, de movilizarse... Si nos organizamos y luchamos venceremos.
Debería existir el sindicato del despecho, si es que todo en esta vida ya no lo es. Si, como reza el grafitti infantil: El amor todo lo-cura y como dicen, precisamente los The Cure, no importa ni el lunes, ni el miércoles ni ningún otro día de la semana, ni lo que pase en ellos si "el viernes me enamoro"... ¿qué pasa entonces cuando el amor no anda, no funciona... ni el viernes siquiera, ni en navidad?.
Y no hablamos de un caso en particular, de alguien que le este yendo bien en estos últimos quince días, hablamos por el promedio. Una empresa puede tener alguna que otra devolución de sus productos, me imagino que pasa hasta en las mejores familias, pero si se da el caso de que la mayoría de los casos no sirven, algo hay que hacer.
Ya sé lo que todos los tangos y milongas enseñan en este punto: Trago, aguardiente, mares etílicos, y ni hablar más. ¿Qué sería de las industrias de alcohol en el mundo sin la infidelidad?... Acá podríamos cerrar este texto. Sirva uno. Tomo, para no enamorarme, como dice la canción de Bersuit, y se acabo. Pero no. Si podemos hacer que el golpe no nos de tan duro vamos a tener la lucidez de montarnos en mejor carro... o ¿Alguien se montaría (digo, no por obligación y descontando Bolivia) en un carro manejado por un borracho?. Es lo mismo. Así que amables suscriptores al club, el Rey del despecho, el colombiano que canta, no va. Es un borracho.
Para los que sobrevivieron al párrafo anterior, y siguen el hilo de estas líneas con valentía y atención, es decir para los que pueden concebir viernes sin amor y ¡sin alcohol!, les tenemos entonces al objeto último de nuestros pesares, al foco de nuestros reproches: Don Cupido, el mismo. Si a alguien hay que reclamar, en forma unida y en barra, sería al mismísimo.
...pero, ¿y qué tal esa nota? Si el mismo cupido se enamora... Él, que sí debe saber de tangos... de faroles, ¿Quién puede enamorar a cupido? Si el mismo cupido, que se las sabe todas como quien dice, se enamora, tiene que ser de otra naturaleza el asunto, otra cosa...
Y justamente hay testimonios antiguos, serios, concretos de alguien que es el Encantador de Mil cupidos... Y hasta acá dejamos por hoy. No hablaremos más... mantenemos no más la convicción de que sólo una respuesta así, de ese nivel, aceptamos; cuando no estamos creyéndonos más bonitos de lo que somos, ni más fuertes de lo que somos, ni más llenos de afecto de lo que estamos dispuestos a sostener en sacrificio, en definitiva, cuando no estamos borrachos, y mantenemos con lucidez el deseo de enamorarnos, sólo esa respuesta aceptamos. No sería para menos, después de repetidos despechos tiene que ser de esa manera, justo para que la segunda parte de la canción que precisamente dice: Me enamoro para no tomar... pueda ser real y duradera, sin círculo como le toca cantarla al terco vocalista, sin Samsara.
(Las fotos son en Antofagasta por donde pasamos rápido, rápido, es Robert Smith de The Cure cantando su Friday Im in love... al lado de unos Curiosos Pies.)
Ya sé lo que todos los tangos y milongas enseñan en este punto: Trago, aguardiente, mares etílicos, y ni hablar más. ¿Qué sería de las industrias de alcohol en el mundo sin la infidelidad?... Acá podríamos cerrar este texto. Sirva uno. Tomo, para no enamorarme, como dice la canción de Bersuit, y se acabo. Pero no. Si podemos hacer que el golpe no nos de tan duro vamos a tener la lucidez de montarnos en mejor carro... o ¿Alguien se montaría (digo, no por obligación y descontando Bolivia) en un carro manejado por un borracho?. Es lo mismo. Así que amables suscriptores al club, el Rey del despecho, el colombiano que canta, no va. Es un borracho.
Para los que sobrevivieron al párrafo anterior, y siguen el hilo de estas líneas con valentía y atención, es decir para los que pueden concebir viernes sin amor y ¡sin alcohol!, les tenemos entonces al objeto último de nuestros pesares, al foco de nuestros reproches: Don Cupido, el mismo. Si a alguien hay que reclamar, en forma unida y en barra, sería al mismísimo.
...pero, ¿y qué tal esa nota? Si el mismo cupido se enamora... Él, que sí debe saber de tangos... de faroles, ¿Quién puede enamorar a cupido? Si el mismo cupido, que se las sabe todas como quien dice, se enamora, tiene que ser de otra naturaleza el asunto, otra cosa...
Y justamente hay testimonios antiguos, serios, concretos de alguien que es el Encantador de Mil cupidos... Y hasta acá dejamos por hoy. No hablaremos más... mantenemos no más la convicción de que sólo una respuesta así, de ese nivel, aceptamos; cuando no estamos creyéndonos más bonitos de lo que somos, ni más fuertes de lo que somos, ni más llenos de afecto de lo que estamos dispuestos a sostener en sacrificio, en definitiva, cuando no estamos borrachos, y mantenemos con lucidez el deseo de enamorarnos, sólo esa respuesta aceptamos. No sería para menos, después de repetidos despechos tiene que ser de esa manera, justo para que la segunda parte de la canción que precisamente dice: Me enamoro para no tomar... pueda ser real y duradera, sin círculo como le toca cantarla al terco vocalista, sin Samsara.
(Las fotos son en Antofagasta por donde pasamos rápido, rápido, es Robert Smith de The Cure cantando su Friday Im in love... al lado de unos Curiosos Pies.)
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