A pesar de que las ciudades se vuelven algo tan agresivo y las familias ya casi no funcionan, aún nos suena vivir en comunidad, con amigos. Algunos seres humanos aún sospechan que pueden vivir juntos sin terminar con ganas de no volverse a ver nunca. Se equivocan, casi siempre.
En la carrera andina se encuentra uno con muchos testimonios al respecto. Es una historia conocida: alquilan una casa, o cuarto dependiendo, para salir de sus casas maternas o andan viajando, y aspiran vivir en real fraternidad, sin familiar montador, ni cantaleta, todo muy bello, pero después de algún tiempo la cosa se vuelve inaguantable.
Los conflictos varían por mujeres, espacios, horario, pero hay uno que sobresale, y es: los que quieren dejar la hierba contra los que no. Una vez más parece evidente que los buenos deseos de nuestro corazón, en este caso vivir con otras personas compartiendo de forma fraternal, se acaban por nuestros pequeños gustillos egoistas. Parece que el porro no une tanto las almas como se puede llegar a pensar cuando está de noche y no importa el mundo.
Noticias e historias de comunidades hay muchas, que hayan resistido al tiempo, pocas.
El Eco Truly park en Perú se destaca por esto. Parece que hace falta un poco de
buen sentido para mantener algo tan bello y difícil como una relación. Como cuando uno toma un taxi, espera que el chofer por lo menos no esté muy borracho.
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