Hablar y entendernos es un milagro. Un milagro que conoce bien todo aquel que haya visto crecer a un niño querido, o que haya escuchado como suena un verso.
En un primer momento parece que lo hemos logrado: Un nuevo y maravilloso mundo se abre ante nosotros. Un hermoso panorama que un día, con motivo de la primera mentira que descubrimos (que incluso puede venir en lindo verso), pasa del cielo al infierno.
Lo que parecía tan maravilloso se vuelve también portador de engaños y poco a poco nos vamos perdiendo en sus perplejidades, que no son pocas, como la conocida particularidad gramatical en donde "Todo junto" se escribe separado y "separado" todo junto. Y así, a todos juntos, o por separado, con un chistecito aquí, una mantirita allá, se nos va olvidando que las palabras nos querían llevar a otro lugar.
Recuperar las palabras requiere ejercicio, así como lo requirió tenerlas en un primer momento. Lo que nos recomiendan los que saben es que podemos recitar mantras y tratar de recuperar el sentido. Esto se conoce como Sphota o el despliegue del propósito de la palabra. Tan en detalle conocen lo que nos pasa que ya tenemos la medicina prescrita. El tomarla o no, a nadie se le puede obligar, se perdería toda gracia.
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