miércoles, 26 de enero de 2011

El día de la primavera.

Mientras en tantos montes y facultades
se parten la cabeza y el alma con el asunto de
como repartir bien el dinero y la tierra; hace
algún tiempo que ya ese tema (aunque importante)
fue puesto en su lugar, dejando de ser un asunto tan
fundamental. El argumento que terminó con la mentira
fue presentado por la hasta ahora poco reconocida
como se debe, escuela védica y dice: Supongamos que
pudieramos repartir la tierra y la plata, ahora:
¿cómo repartimos la belleza? ¿Cómo repartimos
la salud? Inmediatamente el problema toma otra profundidad,
sin perder su urgencia.

Estamos en problemas de hecho, pero no es tan simple
como repartir bien algunos bienes. Esa justicia, esa
paz tan anhelada, no la vamos a encontrar queriendo
solucionarlo todo de forma tan incompleta. Más
bien seguiremos viendo resultados distintos
a lo que esperábamos.
De hecho todos quisieramos que fuera más fácil, que
el día de la primavera durara más pero no esperemos
que acá sea así. Pasadas las primeras estaciones
de la niñez sabremos que ya no es así.


Ni repartiendo bien toda la tierra solucionaremos, el hecho de
sentirnos mal por la nuevas arrugas. Por eso el esfuerzo
debe ir en conocer más de nuestra necesidad real. Tolerar el
invierno y el verano, la falta de salud a ratos, y estudiar
en concreto qué narices nos hizo venir a experimentar
esto... estemos en la facultad o en el monte. De lo contrario
sólo nos queda (sin saber como funcionan implacables las estaciones)
seguir reclamando porque pasa ligera la maldita primavera.





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