miércoles, 30 de noviembre de 2011

En el templo.

Ya suficiente sufre uno como ignorante, como para que tenga que aumentar la agonía tratando de que te den algún prestamos para poder acceder a los altos estudios. Acá en Lima basta un paseo por la Arequipa para darse cuenta como la educación es un negocio ahora privatizado en cualquier garaje. No debería ser así. Para conocer y aprender acerca de la verdad no deberían perderse los parques ni los maestros. El aire libre y un maestro, no cohesionado de ante mano por pagos o escalafones, son los ingredientes naturales para que lo realmente estimulante y digno de saberse se manifieste.
Bueno, no todo el panorama es horrible, de hecho gracias a los nuevos tiempos y su tecnología algunas de estas sesiones ideales podemos escucharlas en el mp3 system. ;) Y justamente de ahí escuchamos a Gurudeva Atulananda dando su experiencia sobre el tema:

"No se trata de que tengas que intentar sacar un crédito, ojala, ojala que te lo den, para que puedas conocer la verdad, no. Es una cuestión de corazón, es inmediato. Yo buscaba la verdad y no tuve que pagar ni un sólo peso, me abrieron las puertas del templo quédese acá; ni me examinaron, ni me hicieron ninguna prueba, ni me preguntaron si, sí me había egresado o no me habia egresado, si sabia leer o escribir. Sólo me preguntaron si venía a tomar esto con seriedad o si había ido ahí a burlarme, a tomarles el pelo o algo por el estilo".

Oki House, house, house.

La historia es una cosa rara. Un muchacho decide poner una bomba y muy tranquilamente se monta en su bicicleta y se dirige a la estación de policía más cercana para volarla; al pasar por un policía acostado la bicicleta salta y ¡Boom!, todo explota. Es la supuesta historia que dio lugar al "Caso Bombas" en Chile, que sirvió para allanar casas de okupas, hacer detenciones y etc. Al final menos lugares donde sorber un poco de conciencia y menos gente que ejerce con libertad su derecho a Okupar.
Cosas que pasan en Chile. Pero no todo es así. Faltaba más. Hoy, años después, más tranqui y amigable que nunca, sin ser okupas, Oki House abre sus puertas. Entragas de buena música, inofensivos tatuajes, nada de muertos en la comida y nada que altere el orden público, oh, no. Acá solo te invitan a montarte en la bicicleta de tu propia conciencia y salir a dar una vuelta con ellos... algo puede pasar.